miércoles, 31 de octubre de 2012

mi dolor

                                            
                                    Mi dolor Escalofrio






Una extraña mañana de invierno me levanté con un dolor muy fuerte en mis piernas. Pese al dolor intenso que me agobiaba, decidí levantarme.

Ese día ,18 de junio, era mi cumpleaños número 10. Como era la costumbre, invité a tres de mis mejores amigos de la primaria: Nahuel, al que llamábamos "Nachu", Julián y por último Fausto .Los cuatro concluimos en ir a jugar a un amplio parque que daba fin a un casona, estilo chalet, de dos plantas ubicada en una esquina: esa era mi casa.

Llegando a lo que sería una entrada a un gran comedor familiar estilo quincho, noté un extraño suceso que me sorprendió pero a la vez sentí el mismo temor que un gato le siente al agua: en la entrada, más precisamente al la izquierda de ella, había una pequeña puerta de color negro. Decidí entrar junto a mis amigos, ya que, como ellos ya habían visitado mi casa, estaban sorprendido de no recordar una puerta.

Al pasar hacia el interior de la misma, un extraño estimulo nos dirigió hacia el interior de un largo pasillo con una luz suave y amarillenta. Al llegar a lo que sería el fin del "pasillo", había una puerta gigante de madera . Mis amigos, confiados en que yo conocía esa "parte" de mi casa, decidieron abrirla entre todos, pero yo sentí la necesidad de impedirlo pero ni mi voz ni mi cuerpo reaccionaron.

Una vez que lograron abrirla, entraron los tres con paso firme y seguro, por el miedo o por la nesecidad de saber qué había allí, decidí entrar. Lo que nos esperaba allí no era nada sorprendente: un amplio cuadrado de pasto. Decidimos examinar el lugar y al hacerlo sentimos una especie de cabalgata pero al voltear eran enorme perros deformes con grandes fauces. Al acercarse a nosotros se agasaparon como lo haría un felino frente a su presa. Lo último que recuerdo es ver sus garras hundiéndose en mis piernas...

Sentí un fuerte grito femenino e intenté ver de quién provenía pero mis pesados parpados no me hicieron caso. Cuando logré abrir mis ojos vi a mi madre feliz con una bandeja ofreciéndome el desayuno, y a su vez cantándome "el feliz cumpleaños"; pero, al dirigir mi vista hacia mis piernas, vi a mi perro Felipe de cuarenta kilos sobre las mismas. Todo había sido una pesadilla.Ese día decidí invitar al grupo de amigos del sueño. Pero de todos recibí la misma respuesta: "Mi hijo está internado de urgencia, amaneció con marcas que según los médicos son de garras".....

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